
Por Midori Chulin Ortega
El juego es una actividad fundamental en la vida del niño, un componente esencial de su desarrollo emocional, cognitivo y social. Donald Winnicott, un destacado psicoanalista británico, consideraba que el juego no era solo una actividad recreativa, sino un espacio intermedio crucial para el crecimiento infantil. Según Winnicott, “el juego es un fenómeno universal, y el niño juega para poder ser libre o ser él mismo” (Winnicott, 1971). Para Winnicott, el juego no solo es recreativo, sino que
también es un espacio intermedio crucial, un puente entre la realidad interna del niño y el mundo exterior.
Imagina a tu hijo construyendo castillos de bloques o jugando a ser superhéroe. En ese momento, está explorando su entorno de manera segura y creativa, probando roles y escenarios sin restricciones. El juego es su forma natural de expresión y descubrimiento, donde puede ser él mismo sin limitaciones.
Melanie Klein, otra influyente psicoanalista infantil, nos habla del poder del juego simbólico en el desarrollo emocional de los niños como un vehículo para expresar y procesar emociones, deseos y temores de una manera segura y no amenazante (Klein, 1932). Por ejemplo, cuando tu hija juega con muñecas y representa situaciones familiares, está elaborando de manera segura sus emociones, deseos y temores, lo que le permitirá ir comprendiendo su mundo de manera segura.
A su vez, Anna Freud observó que el juego era un vehículo para que los niños procesaran sus emociones, miedos y deseos de manera indirecta, permitiéndoles explorar libremente su mundo interno (Freud, 1965). Así que, la próxima vez que veas a tu hijo inmerso en su juego, recuerda que está trabajando en su mundo emocional de manera natural y significativa.
El juego no solo es terapéutico, sino que también es educativo; al participar en juegos imaginativos, los niños desarrollan habilidades sociales, aprenden a resolver problemas y fortalecen su autoestima. Como señala Winnicott, “el acto de jugar nunca puede ser totalmente subestimado, ya que representa no solo al individuo en sí, sino también la forma en que se relaciona con otros” (Winnicott, 1971). Del mismo modo, Vygotsky (1978) enfatizó la importancia del juego de roles en la zona de desarrollo próximo, donde los niños aprenden de sus interacciones sociales durante el juego.
Para fomentar el juego en los niños, es esencial proporcionarles tiempo y espacio sin estructuras rígidas; permitirles jugar con objetos simples y no estructurados, como cajas, mantas o juguetes improvisados, esto despierta su creatividad y les brinda la oportunidad de explorar y experimentar sin limitaciones.
Estas habilidades y experiencias adquiridas a través del juego no solo son relevantes durante la infancia, sino que también impactan en la vida adulta. El juego fomenta la creatividad, la capacidad de resolver problemas y la flexibilidad mental, cualidades valiosas en el entorno laboral y en la vida diaria de los adultos. Además, promueve habilidades sociales como la cooperación, el trabajo en equipo y la comunicación efectiva, esenciales en las interacciones profesionales y personales.
En resumen, el juego es una parte esencial del crecimiento y desarrollo de tu hijo; al valorar y fomentar el juego en su vida diaria, estás apoyando su bienestar emocional, cognitivo y social de manera significativa. Recuerda que el juego no solo es diversión; es la herramienta principal que utiliza tu hijo para entender y conquistar el mundo que lo rodea, impactando positivamente su vida en todas las etapas.
Referencias
Freud, A. (1965). Normalidad y patología en la niñez. Editorial Paidós
Klein, M. (1932). El psicoanálisis de niños. Editorial Paidós.
Vygotsky, L. S. (1978). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. CRITICA.
Winnicott, D. W. (1971). Realidad y juego. Gedisa.
Por Lizeth Loza